Santuario actual en la colina Nishizaka en Nagasaki, en el lugar donde fueron martirizados San Felipe de Jesús y el Beato Bartolome días-Laurel de Acapulco |
BEATO
BARTOLOME DE ACAPULCO, NAGASAKI Y LA SEGUNDA BOMBA ATOMICA
Pbro.
Lic. Juan Carlos Flores Rivas
El
pasado domingo 9 de agosto de 2015, el Santo Padre Francisco, en su mensaje
para el rezo del Angelus, dijo: “Hace setenta años, el 6 y 9 de agosto de 1945,
sucedieron los atroces bombardeos atómicos en Hiroshima y Nagasaki. A distancia
de tanto tiempo, este trágico evento suscita todavía horror y rechazo. Este se
ha convertido en el símbolo del ilimitado poder destructivo del hombre cuando
hace uso equivocado del progreso de la ciencia y de la técnica, y constituye
una advertencia continua para la humanidad, para que rechace para siempre la
guerra y las armas nucleares y toda arma de destrucción de masas. Esta triste
memoria nos llama sobre todo a orar y a comprometernos por la paz, para
difundir en el mundo una ética de fraternidad y un clima de serena convivencia
entre los pueblos. De toda la tierra se eleve una única voz: ¡no a la guerra,
no a la violencia, si al diálogo, si a la paz! ¡Con la guerra siempre se
pierde! ¡El único modo de vencer una guerra es no hacerla!”
Nagasaki
está hermanada con Acapulco porque un paisano nuestro, dio su vida en esa
ciudad, proclamando su fe en Jesucristo, como catequista y enfermero, y
derramando su sangre en confirmación de esa misma fe, un 17 de agosto de 1627,
en la colina santa de Nishizaka (la misma colina Tateyama, donde fue
crucificado 30 años antes San Felipe de Jesús).
Recomendamos
ampliamente la lectura de la Edición Especial número 50 de la Revista PROCESO (sin
que esto sea tomado a mal), que retoma la efemérides, con el título: “Hiroshima
y Nagasaki. El apocalipsis 70 años después”. Sobre todo el artículo de Anne
Marie Mergier: “Nagasaki. El martirio”. Importante artículo, porque retoma la
dimensión católica de esta tragedia. “El viento desvió de su objetivo original
la bomba atómica lanzada sobre Nagasaki, ésta cayó sobre un barrio pobre cuyos
habitantes eran, como la mayor parte de la población de la ciudad, católicos.
Ello determinó la manera en que la ciudad asimiló el ataque y perpetuó la
memoria. A diferencia de Hiroshima, que asumió una actitud laica ante los
hechos. Nagasaki mantiene el recuerdo con base en la espiritualidad e, incluso,
el misticismo”. La segunda bomba atómica estaba destinada a ser lanzada sobre
la ciudad de Kokura, pero el clima impidió la visibilidad, y la bomba fue
lanzada sobre Nagasaki, incluso ya en el sobrevuelo, los pilotos no
identificaron la zona industrial, y desgancharon la bomba sobre el barrio
católico de Urakami, ubicado entre dos fábricas de armas del grupo industrial
Mitsubishi. El hongo atómico se extendió a partir de ese barrio apartado de la
ciudad, y misteriosamente, se detuvo sin tocar, ante la montaña santa de
Nishizaka, donde se resguarda la memoria de los mártires de la persecución,
donde hoy fue construido un espléndido santuario que lleva por nombre San
Felipe de Jesús, el primer mártir de Japón y de México, fue el primero que
murió de toda la larga lista de 460 mártires que cayeron en esa montaña santa
Tateyama. El santuario, fue construido fundamentalmente, gracias a la
cooperación de los católicos mexicanos.
La
catedral católica de Santa María de Urakami, que se preciaba de ser la más
grande de Asia y se levantaba a 500 metros del epicentro de la explosión, se
derrumbó en pocos minutos. Los dos sacerdotes y los fieles que rezaban en ella
murieron calcinados. La bomba atómica mató a dos tercios de los católicos de
todo el país, que se encontraban fundamentalmente concentrados en Nagasaki. El
destino de la catedral destruida fue motivo de debates acalorados. El gobierno
quería conservarla en ruinas y convertirla en doble símbolo del terror atómico
y del anhelo de paz, pero finalmente los católicos se impusieron y la
reconstruyeron de nuevo como originalmente se encontraba, austera y sencilla,
edificada en ladrillos, dos campanarios rectangulares, techos y cúpula verdes.
Juan Pablo II visitó estos lugares en 1981, para honrar la memoria de los
cristianos caídos en la conflagración: 165 mil 409.
El
escritor místico católico Takashi Nagai, en su libro “Las campanas de Nagasaki”,
realiza la interpretación cristiana del evento: “Fue la providencia de Dios la
que eligió a Urakami. ¿No existía una relación misteriosa entre el fin de la
guerra y la destrucción de Urakami? ¿Urakami no sería una víctima elegida, el
holocausto ofrecido en el altar del sacrificio para expiar todos los pecados
cometidos durante esa Segunda guerra Mundial?”. El día de la conflagración
Nagai estaba trabajando en la universidad cuando fue cegado por el flash
atómico. Cuando pudo regresar a su casa, sólo encontró los huesos calcinados y
el rosario de su esposa. A lo largo de sus seis años de vida que le quedaron
hasta morir de leucemia, atendió enfermos con una abnegación total, y siguió su
labor docente. Siempre junto a sus dos hijos sobrevivientes.
En
ese país de las mil religiones, donde según las cifras ofrecidas por la Conferencia
Episcopal, sólo el 0,3% de la población es católico. Por ese pueblo heroico y
creyente, un acapulqueño predicó el evangelio, con esos frutos de fe que ahora
conocemos. Estamos invitados a no dejar pasar la fecha: 17 de agosto DIA DE LOS
CATEQUISTAS EN LA ARQUIDIOCESIS DE ACAPULCO. Ese día participa en la Santa
Misa, invoca al Beato Bartolomé de Acapulco, y ora por todos los catequistas.
Toda la información en http://beatobartolomedias-laurelacapulco.blogspot.com
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