LOS DOSCIENTOS CINCO MÁRTIRES DEL JAPON.
RELACION DE LA GLORIOSA MUERTE DE LOS MARTIRES, BEATIFICADOS POR EL SUMO PONTIFICE PIO IX, EL DIA 7 DE JULIO DE 1867.
CAPITULO
XXVII.
Siete
cristianos quemados y ocho decapitados en Nagasaki, el día 17 de Agosto de 1627.
Aun
no había pasado in mes, cuando el 17 de Agosto, tres religiosos franciscanos y
doce seglares del Japón, unos terceros de San Francisco, y otros de Santo
Domingo, recibieron la palma del martirio. Estos fueron Francisco Curobioie, Cayo
Yemon, que algunos le creyeron natural de Corea; confundiendo, sin duda con
otro Cayo de quien ya hemos hablado; pero más comúnmente y con más razón se asegura
que fue de las Islas Amanguchi; Magdalena Kiota, viuda, de sangre real, de Don
Francisco de Bungo, y Francisca, también viuda, de muy santa vida.
Los
terceros de San Francisco son, Gaspar Vaz y María su mujer, Tomás Vó, Francisco
Cufioie, Lucas Kiemon, Luis Matzuo. Martín Gómez y Migııel Kiraiemon, que fue
familiar de Don Luis Cerqueira, obispo del Japón.
Todos,
cristianos de antigua data y de mucho fervor, ftıeı•on aprehendidos, encarcelados
y condenados a muertes por haber hospedado a los Padres y rehusado a conservar
la vida, renegando de la fe.
Siete fueron quemados vivos, a saber: el B.
Padre Francisco de Santa María, con los hermanos legos Bartolomé y Antonio,
Francisco Cufioie, Gaspar Vaz, Magdalena Kiosa y Francisca; los otros fueron degollados.
Tenemos
algunas noticias más particulares sobre los tres religiosos.
El
B. Padre Francisco de Santa María, nació en España, en la provincia de la
Mancha. Siendo muy joven entró a la Orden de San Francisco realizo su profesión
en la provincia de San José. ordenado de sacerdote é inflamado de celo por la
conversión de las almas, en 1609 partió para las Filipinas, donde permaneció trece
años, ocupado en el ministerio apostólico y en el estudio de los idiomas de
aquellas comarcas. En 1622 penetró en el Japón, estuvo allí cuatro años, en medio
de continuos peligros, hasta que fue aprehendido en casa de Gaspar y Maria Vaz.
Su
compañero, inseparable por muchos años, el bienaventurado Bartolomé Laurel, tomó
el hábito en la flor de su edad, y profesó la regla de San Francisco en México
su patria: siguió luego al B. Padre Francisco de Santa María a Manila, y después
al Japón empleándose, según su clase, en disponer a los fieles para la recepción
de los sacramentos, y a los paganos para que abrazasen la fe: fue para todos un
ejemplar admirable de humildad, de mortificación y de celo.
El
bienaventurado Antonio de San Francisco, japonés, sirvió por mucho tiempo los Padres
franciscanos en el empleo de catequista. No estaba presente cuando fueron aprehendidos
los otros; pero tan luego como lo supo, él mismo se presentó al gobernador, declarando
que era su compañero y que estaba pronto a dar la vida por la defensa de la Fe.
Fue preso, y así consiguió lo que tanto deseaba, tener el consuelo de que le
recibieran en la Orden como hermano lego, y hacer su profesión entes de ser
martirizado (Proceso Apostólico).
No hay comentarios:
Publicar un comentario