domingo, 30 de mayo de 2021

CAPITULO XXVII. Siete cristianos quemados y ocho decapitados en Nagasaki, el día 17 de Agosto de 1627.



 LOS DOSCIENTOS CINCO MÁRTIRES DEL JAPON. 

RELACION DE LA GLORIOSA MUERTE DE LOS MARTIRES, BEATIFICADOS POR EL SUMO PONTIFICE PIO IX, EL DIA 7 DE JULIO DE 1867.

Escrita por el R. P. Giuseppe Boero de la Compañía de Jesús


CAPITULO XXVII.

 

Siete cristianos quemados y ocho decapitados en Nagasaki, el día 17 de Agosto de 1627.

 

Aun no había pasado in mes, cuando el 17 de Agosto, tres religiosos franciscanos y doce seglares del Japón, unos terceros de San Francisco, y otros de Santo Domingo, recibieron la palma del martirio. Estos fueron Francisco Curobioie, Cayo Yemon, que algunos le creyeron natural de Corea; confundiendo, sin duda con otro Cayo de quien ya hemos hablado; pero más comúnmente y con más razón se asegura que fue de las Islas Amanguchi; Magdalena Kiota, viuda, de sangre real, de Don Francisco de Bungo, y Francisca, también viuda, de muy santa vida.

Los terceros de San Francisco son, Gaspar Vaz y María su mujer, Tomás Vó, Francisco Cufioie, Lucas Kiemon, Luis Matzuo. Martín Gómez y Migııel Kiraiemon, que fue familiar de Don Luis Cerqueira, obispo del Japón.

Todos, cristianos de antigua data y de mucho fervor, ftıeı•on aprehendidos, encarcelados y condenados a muertes por haber hospedado a los Padres y rehusado a conservar la vida, renegando de la fe.

 Siete fueron quemados vivos, a saber: el B. Padre Francisco de Santa María, con los hermanos legos Bartolomé y Antonio, Francisco Cufioie, Gaspar Vaz, Magdalena Kiosa y Francisca; los otros fueron degollados.

Tenemos algunas noticias más particulares sobre los tres religiosos.

El B. Padre Francisco de Santa María, nació en España, en la provincia de la Mancha. Siendo muy joven entró a la Orden de San Francisco realizo su profesión en la provincia de San José. ordenado de sacerdote é inflamado de celo por la conversión de las almas, en 1609 partió para las Filipinas, donde permaneció trece años, ocupado en el ministerio apostólico y en el estudio de los idiomas de aquellas comarcas. En 1622 penetró en el Japón, estuvo allí cuatro años, en medio de continuos peligros, hasta que fue aprehendido en casa de Gaspar y Maria Vaz.

Su compañero, inseparable por muchos años, el bienaventurado Bartolomé Laurel, tomó el hábito en la flor de su edad, y profesó la regla de San Francisco en México su patria: siguió luego al B. Padre Francisco de Santa María a Manila, y después al Japón empleándose, según su clase, en disponer a los fieles para la recepción de los sacramentos, y a los paganos para que abrazasen la fe: fue para todos un ejemplar admirable de humildad, de mortificación y de celo.

El bienaventurado Antonio de San Francisco, japonés, sirvió por mucho tiempo los Padres franciscanos en el empleo de catequista. No estaba presente cuando fueron aprehendidos los otros; pero tan luego como lo supo, él mismo se presentó al gobernador, declarando que era su compañero y que estaba pronto a dar la vida por la defensa de la Fe. Fue preso, y así consiguió lo que tanto deseaba, tener el consuelo de que le recibieran en la Orden como hermano lego, y hacer su profesión entes de ser martirizado (Proceso Apostólico).

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